A finales de 1994, antes de que Hugo Chávez llegara a la presidencia de Venezuela, PDVSA, la petrolera estatal, era la segunda más importante del mundo.
Con una producción de cerca de 3 millones de barriles diarios (mbd), competía con la poderosa compañía saudí Aramco y era más relevante que gigantes como ExxonMobil, BP y Royal Dutch-Shell, según un informe del Petroleum Inteligence Weekly (PIW) publicado ese año.
Hoy, de esa PDVSA (acrónimo de Petróleos de Venezuela) queda el nombre y una desgastada infraestructura.
Según el ministro de Petróleo, Tarek El Aissami, Venezuela produjo en promedio unos 400.000 barriles diarios en 2020, niveles de la década de 1930.
El ministro atribuye el desplome del sector al deterioro de los activos de PDVSA, ocasionado por «delincuentes que lograron incrustarse en la industria» petrolera venezolana.