Guayaquil fue una de las ciudades en donde no se deterioró el empleo formal. En el puerto, 51 de cada 100 personas cuentan con trabajo pleno. Sin embargo, uno de los desafíos de la ciudad está en reducir la informalidad.
La guayaquileña Nicole Nieto llevaba un año sin trabajo estable. La joven, de 28 años, se dedicaba a hornear pasteles y vender bisutería para cubrir los gastos de su hogar. Aunque entre las dos actividades reunía USD 350 al mes que destinaba para el arriendo y compra de pañales de su hijo de tres años, los ingresos no le alcanzaban.
En septiembre pasado recién consiguió un empleo como contadora en una empresa camaronera. Ella es parte de las casi 38 000 personas que salieron del subempleo, una labor precaria donde no se llega a ganar el salario básico, se labora menos de las 40 horas regulares a la semana (pese a que hay disponibilidad y deseo de trabajar más) y no se está afiliado a la seguridad social. Modesto Correa, docente de la Universidad Casa Grande (UCG), destacó que en el Puerto si bien el empleo formal no mejoró, al menos, no se deterioró como sí ocurrió en Quito, que fue la que más perdió trabajos formales.
El catedrático explicó que el movimiento de noviembre y diciembre ayudó a que estos indicadores no caigan en Guayaquil, donde el sector comercial tiene un gran peso. “En la época de Navidad y fin de año se incrementaron las actividades de comercio y, por ende, se generaron plazas laborales”, precisó el académico. Pero no todos lograron conseguir un empleo formal. La gran mayoría pasó a otro tipo de empleo precario, llamado trabajo no pleno.
En esta categoría se incluye a aquellas personas que han dejado de buscar un empleo, pese a que ganan menos del salario básico y laboran menos de las horas establecidas por Ley. Roberto Salazar tiene 33 años y trabaja con una carreta vendiendo helados de coco y naranjilla en el norte de Guayaquil.
Por ahora, él no busca un empleo formal porque no ha terminado sus estudios. Con la venta de helados, a veces consigue el salario básico, pero hay meses en los que no llega a esa cantidad y opta por elaborar ‘snacks’ para completar los ingresos que necesita. En diciembre del 2019, las personas en esta condición sumaron casi 300 000; es decir, unas 45 000 más que en igual mes del año previo, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Alberto Acosta Burneo, director de la publicación económica Análisis Semanal, explicó que el aumento del “otro empleo no pleno” se explica porque hubo personas que perdieron su empleo formal y trataron de generar ingresos para sobrevivir o que dejaron de buscar un empleo en mejores condiciones y se conformaron con un trabajo precario.
El experto acotó que el deterioro del mercado laboral se explica porque las empresas tuvieron que afrontar el incremento salarial efectuado el año pasado y desvincularon personal. Otro factor es el menor dinamismo de la economía, que impactó en las ventas. Acosta Burneo indicó que el año pasado el sector productivo continuó con agresivos descuentos para poder mantener la facturación y eso explicó la inflación negativa de 0,07% al cierre de diciembre.
La guayaquileña Rocío Sicho salió hace ocho meses de una empresa cartonera por un recorte de personal. Desde ese momento se dedicó a vender comida afuera de su casa en Samanes, en el norte de Guayaquil. Trabaja cuatro horas en la mañana y no prevé conseguir otro empleo formal. La joven se cansó de dejar hojas de vida y no recibir una respuesta. Los indicadores de empleo no registraron variaciones en Cuenca, Ambato y Machala. En contextoEn el país el empleo formal se deterioró al incrementar en 1,8 puntos porcentuales entre diciembre del 2019 e igual mes del año previo, lo que equivale a 115 000 personas. Quito fue la ciudad donde más trabajos formales se perdieron.