Agobiado por inestabilidad política, corrupción, desastres naturales, hambruna y pobreza, el país en el sur de Asia ha estado catalogado por la ONU desde hace décadas como el país menos desarrollado (PMD) del mundo en términos de su población y tamaño económico.
Sin embargo, gracias a un boom económico, combinado con mejoras en la educación y salud pública y un menor índice de vulnerabilidad, se proyecta que el país se librará de la onerosa etiqueta PMD en 2024, según el Comité de Políticas de Desarrollo de Naciones Unidas.
Bangladesh registra ahora un índice de crecimiento que ronda 8%, por encima del promedio asiático y muy superior a su enorme vecino India, de acuerdo a las cifras del Banco de Desarrollo Asiático, BDA. Se prevé que China crecerá 5,9% en 2020.
También ha aumentado sus ingresos per cápita, con una caída en el número de empleados que viven por debajo de la línea de la pobreza de 73,5% en 2010 a 10,4% en 2018, como lo indica el banco.
Además, el Informe de Competitividad Global 2019 del Foro Económico Mundial declaró que Bangladesh había sido el segundo país de Asia en mejorar su posición en esa tabla.
«Es una recuperación milagrosa, impensable hace 20 años», comenta Sabir Mustafa, editor del Servicio Bengalí de la BBC.
Un inicio adverso

Bangladesh es uno de los países más densamente poblados, 162 millones apiñados en sólo 143.998 km cuadrados, un área definida por los deltas de varios ríos que desembocan en la Bahía de Bengala.
Conocido anteriormente como Pakistán Oriental, cuando Bangladesh logró su independencia en 1971 ya era un país increíblemente pobre, con un índice de crecimiento de producto interno bruto (PIB) de -14%, según el Banco Mundial.
La comunidad internacional lo consideró un «caso perdido», un «saco roto» que necesitaría ayuda exterior perpetua.
Estuvo 15 años bajo gobierno militar y, aunque pudo superar la inestabilidad política y restablecer la democracia en los 90, la situación continuó volátil, hasta la llegada en 2009 de un gobierno popular pero autoritario. El extremismo islámico ha aumentado en lo que tradicionalmente ha sido un país tolerante.
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Otro factor que ha afectado la economía es su situación geográfica. Bangladesh es un país de baja altitud, propenso a ciclones e inundaciones. Es uno de los más vulnerables al cambio climático.
Pero, en años recientes, el país ha estado dando señales de desarrollo sostenido, gracias a su inversión en capital humano, incremento en PIB per cápita, mejoras en infraestructura y su resistencia a las calamidades económicas y ambientales.

La industria de la confección, iniciada en los años 70, se calcula ahora US$30.000 millones, dice el Foro Económico Mundial. Pero su economía se ha ido diversificando.
Sin embargo,Bangladesh ha tomado pasos agigantados al encontrar nuevos mercados para sus exportaciones y atrayendo una gran cantidad de inversión extranjera.
Giros decisivos
El primer gran cambio sucedió en 1991, con el restablecimiento de la democracia que planteó una igualdad de condiciones para los inversionistas, señala Sabir Mustafa del Servicio Bengalí de la BBC .
«Bajo la dictadura militar, la inversión sucedía en el marco de un capitalismo clientelista. Los que tenían contactos con los militares tenían todas las ventajas y se había desarrollado un monopolio. La corrupción estaba consumiendo todo», explica.
La corrupción no desapareció, pero se abrió la economía, y con la democracia empezaron a entrar la inversiones. No fue una avalancha, dice Sabir Mustafa, pero Bangladesh se ganó poco a poco el prestigio de ser un país que estaba tratando de avanzar.
En segundo lugar, desde los años 80, el país mantuvo un muy buen récord de inversión en capital humano, particularmente en la educación y salud pública. Hubo acceso generalizado a la educación primaria, privilegiando a las niñas y los cuidados de salud primaria redujeron la mortandad infantil.

Sucesivos gobiernos continuaron concentrándose en la enseñanza, expandiéndola a la educación secundaria y superior. Hasta los años 80, la educación superior estaba en manos del gobierno, ofrecida a través de universidades públicas. También el camino a las instituciones privadas. Actualmente hay más de 100 universidades privadas.
El resultado ha sido una fuerza laboral educada que está entrando en el muy importante sector de servicios que corresponde a un 50% de PIB.
Según Sabir Mustafa, un factor que no se puede obviar en el desarrollo bangladesí es el papel de las ONG que potencializaron la labor del gobierno desde los años 80.
«El gobierno no era lo suficientemente extenso para suplir todos los servicios de educación, proyectos de nutrición, empoderamiento de las mujeres, etc», explica.
«Las ONG entraron a llenar esos vacíos creando escuelas informales para los excluidos, proveyendo salud primaria y hasta trayendo capital extranjero a proyectos en los que el gobierno no tenía el dinero para cumplir».
Mega proyectos
El tercer momento clave fue la llegada al poder de la primera ministra Sheikh Hasina, en 2009. Su campaña se había enfocado en invertir en la infraestructura, empezando por la generación de energía eléctrica.

Bangladesh era notorio por sus apagones. Sólo el 47% de la población tenía acceso a la electricidad. Una gran inversión en el tendido eléctrico aumentó la generación energética en 300%, brindando servicio al 95% de la ciudadanía y repercutiendo en la economía.
Se impulsaron la industria, la agricultura -que depende de la irrigación con motores- y otros sectores.
El gobierno de Hasina luego se concentró en carreteras y vías de comunicación, emprendiendo enormes mega proyectos, como la construcción de un puente de 6km sobre el río Padma para conectar una tercera parte del país con el resto del territorio.
«Normalmente, ese tipo de proyectos son financiados por el Banco Mundial, pero el banco rehusó hacerlo por temor a la corrupción», resaltó el editor del Servicio Bengalí de la BBC. Así que el gobierno decidió invertir su propio dinero.
«Ningún otro gobierno se hubiera atrevido a invertir 3 o 4 mil millones de su propio dinero en semejante proyecto», destacó.

Esa fue una expresión de la seguridad del gobierno en sus propias capacidades.
Aunque el índice de crecimiento de PIB cayó otra vez en 2012 y 2014 debido a un período de mucho conflicto político y violencia -tras unas cuestionadas elecciones- que afectaron la productividad y las exportaciones, Sheikh Hasina pudo contener el conflicto y el PIB empezó a crecer, hasta lo que actualmente registra de 8% al año.
Industria tradicional y diversificación
Bangladesh ha dependido extensamente de la industria textil, exportando ropa confeccionada a la Unión Europea y Estados Unidos, que le representa unos US$15.000 millones en ingresos.

La industria de la confección ha ofrecido oportunidades de empleo a mujeres de zonas rurales que, con anterioridad, no habían tenido la posibilidad de ser parte de la fuerza laboral.
Otra fuente son las remesas, US$14.000 millones al año enviados por trabajadores en el exterior, principalmente de los países del Golfo Árabe y el sureste asiático, como Singapur, Malasia, Arabia Saudita, Qatar, Bahréin.
Estas son las dos principales fuentes de dólares, pero también está diversificando su economía: la producción en cuero es grande, alimentos congelados como langostinos y, en años recientes, incluso productos agrícolas han empezado exportarse.
El desarrollo de la industria tecnológica es central a la transformación digital y continuidad del crecimiento económico.
Bangladesh ha estado siguiendo el modelo indio, queriéndose convertir en centro de programación de software y subcontratación. Todavía hay limitaciones, como el idioma, comenta Sabir Mustafa, pero la esperanza es que el mundo digital sea la próxima revolución en el país.
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