El covid-19 nos ha mostrado la cara más impactante de lo que supone una crisis sanitaria mundial: una infección aguda, de fácil transmisión respiratoria, que colapsa urgencias y genera un gran volumen de ingresos hospitalarios, de asistencia en UCIs y de muertes en poblaciones frágiles.
Con independencia de donde se originó el fenómeno, las primeras olas registradas afectaron principalmente a Europa y otros países desarrollados, con lo que la repercusión económica y mediática fueron espectaculares. Durante meses, todos los medios de comunicación han venido abriendo sus ediciones con noticias sobre la pandemia. Simultáneamente ha salido expertos en todos los rincones, y hemos vivido momentos de bastante confusión sobre las decisiones a tomar, individual y colectivamente.
Todos hemos estado y estamos atentos al covid-19, eso es indiscutible. Sin embargo, hay otras pandemias en curso cuya percepción social y sanitaria es muy diferente, como la del virus del papiloma humano (VPH). Y eso pese a que globalmente estimamos el número de casos de cáncer generados por las infecciones a VPH en unos 600 000 por año y el número de fallecimientos en unos 300.000 por año.