Los efectos provocados por la crisis sanitaria aún se sienten en el mercado laboral. En los primeros meses de la pandemia, entre mayo y junio del 2020, solo 16 de cada 100 personas en el país tenían un empleo adecuado y más de un millón de ecuatorianos perdieron su empleo.
A partir de septiembre, con la reactivación de actividades, los indicadores mejoraron, pero aún no alcanzan los niveles de antes de la pandemia.
Según el Ministerio de Trabajo, desde el 13 de marzo del 2020 -que empezó la crisis sanitaria- hasta el 29 de abril pasado se han firmado 823 728 actas de finiquito. Entre los sectores que más han recurrido a esta figura están agricultura, comercio e industrias manufactureras.
Mientras tanto, Quito, Cuenca, Machala y Ambato registran las mayores tasas de desempleo en el país, según los datos trimestrales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). En cambio, entre los sectores donde se generó empleo, según el INEC, están el financiero, correo y comunicaciones, educación y salud.
Entre marzo del 2020 y marzo del 2021, 57 229 personas se encontraban en jornada reducida, que fue establecida en la Ley Humanitaria. De este total, 28 197 correspondían a Pichincha. Para Vanessa Velásquez, experta laboral, los trabajadores han accedido a esta opción para evitar el desempleo. Las empresas, por su parte, lo han hecho para precautelar las plazas de empleo, mientras se vuelve a los niveles de productividad que había antes.
Andrea Muñoz, abogada laboral, agregó que muchas empresas solicitaron créditos para pagar la nómina, la seguridad social y otras obligaciones con sus trabajadores. ‘Nos bajaron la jornada 5 meses y nos deben 7’ Luis T. Ingeniero mecánico “Desde que empezó la pandemia la situación se complicó en la empresa. Como no somos prioritarios, en marzo del 2020 nos cerraron por varios meses, no generamos ingresos y no hubo dinero para que nos pagaran los sueldos.
Nos bajaron la jornada entre marzo y julio. Además, nos deben siete meses de salarios. Mientras estuvimos en el confinamiento hicimos teletrabajo, pero el servicio que ofrecemos no se puede dar desde un computador. Con los servicios automotores suspendidos fue imposible generar recursos, lo bueno fue que nunca se atrasaron con el IESS y pude pedir un quirografario para mantener a mi familia.
En diciembre, la empresa empezó a ponerse al día con los salarios, nos pagaron los décimos y eso ayudó para estar un poco más tranquilos. Las cosas iban mejorando al inicio del año, pero con el nuevo confinamiento no nos cancelaron abril, aparte de lo que ya nos deben. La empresa se ha comprometido a pagarnos todo lo que nos adeuda, esperamos que así sea, y que las cosas mejoren con la vacunación y el nuevo gobierno.
Para mantener a mi familia me he endeudado. Con el salario de mi esposa pagamos el colegio de mi hijo”. ‘Aplico a cada vacante, pero no he tenido suerte’ Rocío Ch. Bachiller“Trabaje durante casi ocho años en un restaurante ubicado en Quito, pero en julio, a raíz de la pandemia nos quitaron el recorrido, nos redujeron la jornada, aunque eso no se respetaba. Se supone que salíamos a las 22:00 y realmente terminábamos a las 23:30. En el local tampoco nos pagaban horas extras y se demoraban entre un mes y un mes y medio en cancelarnos los sueldos.
Como la situación era compleja, renuncié en octubre y me dediqué a realizar las tareas de la casa, a cuidar a mi hija de 6 años. Para mí ha sido difícil, porque desde que terminé el colegio estoy acostumbrada a trabajar. Para buscar un nuevo empleo, activé en mi teléfono la opción para que me lleguen notificaciones de las plataformas donde tengo publicada mi hoja de vida.
Aplico cada semana a plazas disponibles, pero no he tenido suerte hasta ahora. Para mí la situación es difícil, porque ahora solo mi esposo trabaja y yo quisiera aportar también con los gastos del hogar. Ahora estoy pensando en ingresar a esos grupos que realizan ventas de cosméticos o de ropa por catálogo, mientras encuentro algo más estable”.
‘Trabajo, pero por servicios profesionales’ Andrea D. Doctora “Durante el 2020 terminé la rural y me gradué como médica general. Luego presenté mi carpeta en varios lugares en Santo Domingo. Al mes me llamaron de una clínica, para que trabajara en hospitalización, porque tenía experiencia. Inicialmente ganaba USD 600 y trabajaba solo ciertas horas y días.
Luego, cuando aumentó el número de contagios, entre noviembre y diciembre, me pasaron a la Unidad de Cuidados Intensivos, porque llegaron más pacientes. Si bien me incrementaron mi salario, debía trabajar 24 horas pasando un día.
Pero no me otorgaron mayores beneficios. No estoy afiliada al seguro social, no tengo derecho a vacaciones pagadas, no me hacen pruebas para detectar un posible contagio de covid-19 y tampoco tengo ninguna relación de dependencia con mi empleador, porque no he firmado ningún contrato. A mí me pagan, en teoría, de manera diaria, tras la presentación de una factura. Sin embargo, los pagos se hacen cada mes y el monto es variable.
No sé qué va a pasar cuando disminuyan los contagios. Mi trabajo no es estable”.